lunes, 24 de septiembre de 2012

Paseo Noctámbulo

Salí de su edificio con un calambre en la cara. No sé qué cara tenía, pero sé que mis músculos faciales hacían un gran intento por relajarse, pero no podían. Mis latidos a mil. Trataba de entender por qué mierda había pasado esto. Me subí a la Caballa, sabía dónde podía ir, pero no tenía ganas de llegar a ninguna parte. Tomé unas calles que otrora fueron familiares. Salí a la avenida y pedaleé  cada vez más rápido. Mi corazón iba a estallar y yo esperaba exactamente eso. Que algo explotara y me botara para poder calmarme. Como aquella vez que iba hiperventilada por la calle y me caí de cara al suelo o esa vez que yendo enojada hacia la universidad un vago me golpeó. También en la cara. Necesitaba un desafío, una pelea, una provocación.  Quería que esa sensación se fuera, pero era cada vez más fuerte, más incontrolable.  Los semáforos intermitentes me desafiaban a probar mi suerte. Cada vez que me aproximaba a uno de ellos, cambiando a rojo, aceleraba y me decía: "A que no te atreves a cruzar con los ojos cerrados". No me atreví. Cobarde. No pude contestar a mis propias provocaciones. Mierda. 

 Llegué a otra avenida y me doy cuenta de la gente en la calle. Ánimos festivos, gente revuelta, con ganas de liberarse, de celebrar (no sé qué), de huir de sus pobres vidas. Tómese unas vacaciones, un traguito, seguro olvidará  su mierdosa labor como engranaje dentro de una sociedad a la cual usted no le importa. Sin embargo, sólo son cada vez más esclavos de sí mismos, de la costumbre y de la comodidad. Así, convertidos en hordas de inconsciencia colectiva, deambulaban por las calles de manera tristemente ridícula. Los odio. Odio a todos. Todos ódienme.

Seguí mi no-pensada ruta. Ya me había cansado. Pero mi cabeza no. 

El río. Eso. Recordé los paseos por la costanera con la Feña, cuando parábamos en una playa de rocas y piedras, en la cual nos gustaba quedarnos a escuchar cómo las olas al recogerse movían las piedras y nos parecía lo más relajante del mundo. Ella decía- A los loquitos les hacen escuchar el agua.- No sé si es verdad, pero yo me sentía como una loca. Así que fuí. 

Mierda. Eso ví en ese río. Ví cómo corría la mierda de toda la gente de mierda de esta mierda de ciudad. Junto con toda la mierda en mi cabeza, ya me sentía asqueada. 

Ya basta! Todos estos hijos de puta tienen razón! Quieres pasarla bien? Tomate alguna cosita. Quieres olvidar algo? Adivina. Tómate algo. Quieres que tu cabeza se apague? Tómate dos! Tres y cuatro!

Rendida llego a mi casa. No sé que hora es. Cuánto tiempo pasó desde que salí? Veo la hora... Una hora?!


martes, 27 de octubre de 2009

Súbete a Felicilandia

Primero que todo, gracias a quienes han pasado por aquí y han hecho algún comentario. A mis amigos: ya habilité para que cualquiera comente.

Cuando creé este blog, lo hice con el entusiasmo de una cheerleader y me propuse escribir en él todos los días. Luego de cinco minutos ya había recordado lo mucho que me cuesta encontrar sobre lo que escribir y dije - Dos veces por semana no está mal- . A los siete minutos ya había decidido escribir sólo cuando me dieran ganas. Aún no pienso en cerrarlo.
El otro día, no recuerdo bien cómo, reflexioné diciendo que esta vida sin retos es como almorzar lo que no te gusta y no querer comerse el postre. Es totalmente plana, llana, sin sobresaltos. Y ¿qué es lo que hace que tu vida sea única? ¡Eso! Los desafíos, los retos, el decidirse a dar todo por algo, esperando lograrlo y sin embargo, si no lo logras, puedes sonreir sabiendo que lo menos que pudiste hacer fué intentarlo.

Contenta con mi minuto filosófico, me dije a mi misma- ¡Misma! ¡Lancémonos a la vida!- con la alegría palpitando en mi pecho miré dentro de mis posibilidades… Y ¿qué meta proponerme? ¿a que objetivo apuntar?... Grillos. Me sentí en un parque de diversiones (al cual llamaré, aunque no tenga mayor relevancia, Felicilandia) indecisa mirando todos los diferentes juegos que imponentes me ofrecían desgarrar mis cuerdas vocales con gritos llenos de desenfrenada y enérgica emoción. Bueno, pensé en una sola y simple meta. Opté por la pequeña montaña en la cual la fila era corta. Perfecta.Ví lo que tenía que sacrificar y lo que tenía que hacer. Lo decidí, hacia allá voy. Planeé la estrategia, el vehículo, el método, visualizé la meta.Trazado ya el plan, me embarqué. Subí a la montaña, escogí el primer carro, me senté, abroché mi cinturón, estaba inundada de adrenalínicaeuforia. Luego de que ya hube trazado, pensado fríamente, calculado, ejecutado. ¿Tomé en cuenta las variables?Ahí se viene lo peor: la incertidumbre. Ya estando arriba de la montaña rusa, avanzando lentamente hacia su cumbre y me volteo queriendo volver, cierro los ojos para no saber qué tan alto estoy, pero todo ya está irremediablemente en su carril, ¿cómo terminará esto? Pavor. ¿Y si no resulta? ¿Si mis esfuerzos fueron en vano? ¿Y si ya no quiero llegar allá? ¡Si no quiero saber cómo terminará! ¡Aaahhhggg!Pero ya estoy en la cima de la montaña rusa, sin saber si abroché correctamente mi cinturón y ¡zás! Hay que abrirse el camino entre las dificultades y las malditas e inesperadas variables, a veces se pasan hábilmente, otras no es tan fácil y en los peores casos, no te permiten llegar al fin. Durante la vertiginosa caída, se me desfigura la cara, me despeino, grito y no me importa nada en ese momento, las cosas pasan rápido, mi grito se confunde entre los muchos otros, en mi cara nadie se fija, el juego ya terminó.

Siempre que se decide a hacer algo, se espera obtener un resultado, cualquiera que éste sea, es vital para futuras decisiones. Pero jamás un resultado puede ser equivalente a cero. Porque, de ser así, es lo mismo que no haber hecho nada . Cuando los resultados no te dejan nada, hay que desistir de aquella empresa PARA SIEMPRE. No hacerlo es necedad, perder el tiempo, perseguir quimeras. Nada recomendable. Hay que gastarse en aquello que te deja una enseñanza, experiencia o una cicatriz.

Bajo de la montaña, temblando aún y mientras recupero el aliento, me convenzo más y más de que por muy terrible que haya sido el paseo, no me desanimaré al intentarlo una vez más. Cuando te subas a la montaña lo que importa es si saliste con una gran sonrisa deseando lanzarte nuevamente o sales verde jurando no hacerlo nunca más. Espero que ustedes, preciados lectores, sean corajudos.

domingo, 18 de octubre de 2009

nada que decir, mucho que escribir

Como esta será mi primera publicación, no sean crueles conmigo, me basta con mi autoexigencia que ha impedido la salida a luz de varias creaciones, no sé si muy creativas... en fin.

Hasta hace un tiempo atrás, me oponía a la "solidarización con el género", por encontrar que muchas minas muy barsuditas escondían la bruja de mierda detrás de un velo de feminismo mal fundamentado. Pero me he tropezado con muchos hombres harto pelotudos que tienden a dos cosas que odio demasiado: 1.- generalizan, 2.- desmerecen. Así que los tomaré de excusa para escribir lo que se me venga en gana, sin mucho análisis, esto será una güitriadera de pensamientos.

Con respecto al primer punto: No todas las minas nos enamoramos del primer hueón con el que una se acuesta. No todas las minas soñamos con una familia. No todas las minas buscamos hombres con auto. No todas las minas nos aprovechamos de nuestra condición femenina. No a todas las minas les gustan los minos. No todas las minas demostramos lo que sentimos. No todas las minas buscamos alguien que nos proteja. No todas las minas pretendemos gustarle a todo el mundo. No todas las minas quieren ser minas. No todas las minas le damos importancia a la tontera esa del los roles sociales y blabla.

Con respecto al segundo: No mucho, simplemente creo que nada es tan malo o tan inútil o tan insignificante como para ser soslayado.

Creo, queridísimos machos, que tras tanto prejuicio hay una oscura verdad, que no voy a intentar develar yo, pues sé que mis elucubraciones terminan en retorcidas imágenes que a los sensibles no les gusta escuchar (lo más light que se me ocurre es una versión hardcore del sindrome de Edipo). Pero sí voy a develar lo siguiente: sabemos que muchos de ustedes mienten, ocultan, engañan, manipulan y un gran etcétera; nosotras (sí, voy a generalizar, nunca te has pisado la cola?) también lo hacemos, pero sabemos el cuándo lo hacen y el por qué. Porque voy a deciros algo de lo que me siento poco menos que orgullosa: esa cuestión de la intuición en la mujer no es más que un elemento que se perdió con la evolución. Quién la necesita, si no hay mayores secretos en el propio actuar humano. Estímulo & respuesta.

No trato de dejar el género femenino en alto, sería ambicioso para mí. Tampoco trato de barrer el piso con los hombres, porque me agradan mucho, la mayoría de ustedes, de verdad. A lo único que aspiro es tratar de terminar con la, no sé, "discusión" que se forma, que es una gran cagada, hay cosas mejores a las cuales acudir para odiar y maltratar. Busquémos un real enemigo, escupámosle la cara, caguémonos en él. Pero no entre los genéricos Hombre v/s Mujer. Es fome, no latoso, ni penoso, es, en su sentido lato, fome.